jueves, 14 de junio de 2012

Cuatro manos, un piano y una flor

a M.

Cuando pienso en ti solo vienen a mi memoria canciones de Pablito, una detrás de la otra, como una victrola de batería eterna. Cuando pienso en ti veo un piano solitario en el escenario, iluminado con un cenital azul y polvo a trasluz subiendo en espiral, en un inmenso y conocido teatro habanero, aquella tarde vacío, además.  Cuando pienso en ti siento el tenue olor de una flor, aquella flor que sacaste de un ramo olvidado y me regalaste para que yo tuviera la seguridad de que ibas en serio. Cuando pienso en ti veo un colchón mal vestido y tirado en el piso, ventanas de madera cerradas dejando entrar fugitiva la suave luz de la tarde y tu rostro sonriendo, mientras mirabas mi sorpresa en estos enormes ojos que siempre me acompañan. Cuando pienso en ti hay silencio porque tus manos, tus frágiles y educadas manos de pianista, teclean sin cesar sobre mi cuerpo como si tuvieras la certeza que de tanto tocarlo, sacarías música de él. Cuando pienso en ti hay silencio y dolor.
Pienso en ti y recuerdo que llegaste cuando mi primer matrimonio iba irremediablemente en picada, en una segunda y última oportunidad de salvación, pero era tan joven que todavía no había aprendido que un corazón roto es muy difícil de zurcir, sin que se le vea la costura y falten pedazos. Pero tú no sabias nada de esto, solo me viste vulnerable, aquella tarde cuando nos conocimos mientras hacia un documental sobre el último disco de uno de los grandes poetas. Esa tarde mi facha de trabajo era de lo peor: jeans gastados, un pullover cualquiera y para colmo, el pelo lo tenia recogido en el moño mas antisexy que alguien pudiera confeccionar, rematado con un maquillaje casi al estilo de la Gioconda.  Pero igual, tuviste el ojo certero de ver una mujer frágil y lista para perecer presa en lo mas bajo de la escala alimenticia, y mi hecatombe personal era tan inmensa que ni siquiera reparé en eso, en tus ojos, esos ojos sagaces de bestia lista para atacar.
Pienso en ti y me veo en aquel laberinto oscuro detrás del escenario y a mí alrededor la música, tu música, que se repetía una y otra vez, de vez en cuando tu voz dando órdenes precisas, y luego silencio. Pienso en ti y te veo, bestia agazapada, con un cigarro encendido, fumando recostado contra tu carro, calculándome, esperándome y yo cansada evadiéndote porque entonces te veía inmenso e indeseable. “Te llevo hasta tu casa” decías y yo siempre distante: “no gracias”. Y te daba la espalda despectivamente, la misma espalda que tus dedos teclearían sin cesar buscando mi música, porque ya sabias que no tendría escapatoria, que habías logrado alinear los astros a tu favor y que llegaría el día que ceremoniosamente me sacrificarías a tu antojo. Porque ya sabias y por eso, pacientemente esperaste día tras día.
¿Todo fue muy rápido o lo edito cuando pienso en ti?
Silencio, yo sentada cansada y a oscuras en una butaca de aquel teatro inmenso y conocido, silencio y unas notas de tu piano. De pronto se enciende una luz cenital azul y estas solo tocando. Tus dedos recorren las teclas que me seducen, me acarician, me desnudan y teclean, teclean, teclean. Me vuelvo música, te vuelves música, música hechicera solo para ti y para mí. Tus dedos no paran de teclear suavemente sobre mi piel y la música viaja sensual desde el escenario hasta secretearme: “te deseo”, y amarrarme en líneas de pentagrama, bien apretada para que no escape, pero esa tarde ya no escapo, porque viene el silencio, silencio, y tu voz, única, inconfundible: “esto fue para ti”, y finalmente ya no puedo escapar porque a partir de este punto, todo es un sueño, un mareo a mis sentidos que solo trae retazos desgarrados de la historia. Veo un ramo olvidado en un camerino sucio y tus dedos ladrones roban una flor que me regalas: “para que veas que es serio… te deseo”. Veo tu carro, la ciudad acuosa por el calor tras el cristal y una habitación con un colchón mal vestido y tirado en el piso, ventanas de madera cerradas y la tarde entrando diluida por los agujeros, tu rostro sonriendo ante mi sorpresa y tus dedos tecleando, tecleando sobre mi piel hasta lanzarme al vacio como el polvo a trasluz en espiral, y me desnudo, sobre ti me desnudo, suave rítmicamente mientras tecleas mis carnes y me obligas a sentarme frente a tu boca mientras me besas. “Yo sabia que caerías”, dijiste y se abrieron las puertas del Infierno porque tus dedos no pararon de teclear mis tetas, mis nalgas, mi cuello, mi espalda, mi todo. Y la música suave me envolvía sin remedio y yo, cansada, no luchaba, ya no quería luchar.
Cuando pienso en ti escucho un teléfono que suena sin que nadie conteste. Silencio, silencio, silencio y la flor marchita dentro de un libro. Cuando pienso en ti me vienen noticias a través de amigos: “lo vimos”, “es casado”, “preguntó por ti”, “salieron de viaje”. Cuando pienso en ti me veo tirada en un colchón mal vestido en el piso, tres días tirada sin comer, sin hablar, sin saber que existe un mundo allá afuera, detrás de las persianas metálicas de mi cuarto donde entra fugitiva la suave luz de la tarde, llorándote, llorándote, llorándote. Cuando pienso en ti te veo, con tus ojos sagaces de bestia lista para atacar, detrás del timón de tu carro, recogiéndome casualmente en Quinta Avenida y mi sorpresa en estos enormes ojos que siempre me acompañan, cuando te veo. Cuando pienso en ti, me duele porque ese día, esa tarde, me dijiste que no me olvidaste, que todavía me deseas pero que no podías, no podías seguir conmigo y por eso desapareciste. Cuando pienso en ti, me veo, desamparada de mí, desamparada de todos, caminando bajo el sol mientras te alejas en tu carro y yo llorándote, llorándote, llorándote.  
Cuando pienso en ti… ¿Por qué hoy pienso en ti? ¿Por qué hoy después de tantos años? No sé, serán las canciones de Pablito que vienen una detrás de otra en el muro del cibersolar de un lejano amigo y que irremediablemente me llevan a ti, a tu piano, a tus dedos tecleando, tecleando, tecleando sobre sin cesar sobre mi cuerpo que hoy tiene la certeza que de tanto tocarlo, tiene música propia. No se, será que cuando pienso en ti hay silencio y dolor, y hoy, este día, esta tarde después de tantos años, es un buen día para pensar en ti. Cuando pienso en ti...

Del libro Exorcismo Final (Editorial Bokeh, 2014)

2 comentarios:

  1. "la misma espalda que tus dedos teclearían sin cesar buscando mi música" Eso es literatura para mí; imagen y premonición! Este, tienes razón, es diferente de los otros, más fino, más tentador a pesar de la distancia entre el lenguaje y los órganos reproductores ;-)

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