martes, 3 de diciembre de 2013

Un beso de veinticuatro años

Por el reencuentro que nos debíamos desde la Antigüedad
y porque this time is the last time

“Quiero templarte, y que seas todo lo puta que siempre fuiste y no serás nunca más, salvo conmigo.” Escribiste como una sentencia y cada letra rodó por mi espalda al leerte, como gotas calientes hasta mis nalgas. Porque yo también quería templarte en esta tarde hirviendo en mi sangre desde que te vi desnudo tras el cristal, desnudo sobre esa silla donde te recuestas a mirarme, a mirarme, y a imaginarme. Desnudo sobre esa silla que es nuestra confi
dente cada noche cuando nos contamos los avatares del día, los sueños, los deseos y queremos traspasar la distancia para extenuarnos las ganas a mordidas, dedos y lenguas. “Esa es la idea!!! Que adonde mires, yo aparezca!!!” Seguías escribiendo mientras contábamos los días, las horas, minutos y segundos para vernos por primera vez después de 24 años de aquella columna testigo de nuestras confidencias y arrebatos. “… yo ando con unas ganas de enamorarte tremendas!!” Y yo de vuelta enmudecida, sólo podía escribirte “(…)”, volviéndose el código de silencio que te confirmaba que lograbas callarme, con las manos sobre la cara, los ojos de vaca abiertos de la sorpresa y la emoción, pegadita a la cámara mirándote fumar ansioso sobre esa silla donde te recuestas a mirarme, a mirarme y a imaginarme. “Es tremendo!! Es como si hubiera estado deseándote por 25 años y ahora es irresistible!!” Y lo era, definitivamente lo era.
Podía cerrar los ojos y verte semidesnudo contra la columna en la oscuridad. Abría los ojos y te veía desnudo frente a mí, sentado en esa silla donde te recuestas a mirarme, a mirarme y a imaginarme. Podía cerrar los ojos y todo desaparecía como dijiste un día, pero me obligaba a abrirlos porque el deseo crecía desde la punzada vaginal y me trepaba por las ansias en una adicción que nos llevaba a enviarnos textos: “estas?... Quiero verte mi negro!... podré verte 5 min antes de que te vayas mima?” Y nos veíamos, y nos imaginábamos los olores, los sudores, los manoseos, las salivas, las humedades contra nuestras sillas frente al cristal computarizado. Y después nos descorazonábamos por no tenernos, por no tenernos, y la puta distancia sonreía en su triunfo de alejarnos, de cansarnos las ansias en vacíos de manos, lanzando las humedades al suelo, a la pared, entre nuestros dedos, al infinito de la nada. Necesitábamos la carne, romper la irrealidad de la virtualidad.
Me persigné como siempre que el avión despega. Todo fue una locura, pero aquí estaba dispuesta a andar esta distancia de 24 años y 4136.68 millas como me googleaste un día. Todo fue una locura. Sin darme cuenta volaba hacia ti, justo el día de cumpleaños de mi difunto padre. Luna creciente. Todo fue una locura, pero cerraba los ojos y te veía semidesnudo contra la columna en la oscuridad, te veía desnudo frente a mí, sentado en esa silla donde te recuestas a mirarme, a mirarme y a imaginarme, y la punzada vaginal me crecía con alas desde el corazón, ese órgano raro que se ve mejor en dibujitos que en fotografías. Ese órgano raro que me ahogaba cada vez que te miraba por el cristalito que me ahoga desde aquella columna hacia el cielo, desde el día que te descubrí en el cibersolar y te escribí ¿eres tú?, desde aquella tarde que me enviaste un privado asegurándome que era yo la mujer deseada y que me buscarías me metiera donde me metiera y estuviera con quien estuviera, que llegarías, algún día llegarías a tocar mi puerta, definitivamente. Y mido tu intensidad desespero por la mía. Me desespero, mi intensidad. Todo fue una locura. ¿Fui la última en salir? Quizás, porque tu desesperación revolucionaba el aeropuerto y tu abrazo revolucionó mi cuerpo con aquel beso de 24 años como pusiste en el cartel. Un beso y abrazo que terminó 5 horas después los dos extenuados, sudados, adoloridos, hambrientos, pero sin ganas de despegarnos. Tú dentro de mí, dentro de mí, dentro de mí, dentro de mí. Tú… mi
Tu beso de 24 años se fue conmigo, esa mañana cuando me despediste dándome la espalda, simplemente dándome la espalda en aquel aeropuerto frío para que no descubriera la angustia en tus ojos, para que no me derramara en los míos a través de la angustia en tus ojos de mi intensidad desespero. Te despediste dándome la espalda para reencontrarnos nuevamente tras el cristal y con ese camión de millas de distancia entre nosotros que nos mantiene las ansias de templarnos real hirviendo en la sangre. Ese cristal que provoca este juego de andar pegaditos a la cámara, este juego de cerrar los ojos y te veo semidesnudo contra la columna en la oscuridad, los abro y estás desnudo tras el cristal, desnudo sobre esa silla donde te recuestas a mirarme, a mirarme, y a imaginarme. Desnudo sobre esa silla que es nuestra confidente cada noche cuando nos contamos los avatares del día, los sueños, los deseos y queremos traspasar la distancia para extenuarnos otra vez, las ganas a mordidas, dedos y lenguas por 5 horas en tu cama mientras las paredes retumban con nuestros gritos y ni siquiera “Y si volviera” de Ramoncito Valle logre calmarnos. Ni siquiera.
Y el desespero intensidad te extenúo, descorazonado como dices, sin proyectos en tu vida, volviéndonos irreales e inalcanzables. La puta distancia te venció, puta distancia que ahora ríe vengativa con los harapos de tu esperanza entre los dedos, enarbolando tu cobardía como bandera. Una vez más tu cobardía de recogerte lobo estepario en tu madriguera cuando el viento invernal destiempla los corazones más valientes. Por segunda vez en 24 años, simplemente recogerte claudicado y doblegado. Recogerte. Lobo estepario recogerte. Una vez más dejándome a la deriva sin importarte. Recogerte y cierro los ojos, y recuerdo como lloro de cara al sol de mi balcón donde no te tenía, donde mi cama vacía me acogía cada noche para mostrarme, mostrarte, desnuda en nuestra virtualidad, con mis tatuajes sangrando y nuestros dedos apestosos de masturbaciones. Cierro los ojos y recuerdo como lloro porque no te tenía, te demoras, no vienes, no voy y cada minuto adverso de imposibilidades te descorazonaba en la irrealidad. Cierro los ojos y recuerdo que gritaste a tu cuarto vacío ¿dónde está mi mujer, a ver, dónde está? Enloquecías, una vez más enloquecías como hace 24 años atrás y simplemente, lobo estepario, cerrabas tu madriguera, egoísta. Como hace 24 años, una vez más aunque te grité que no voy a parar, que voy a seguir aquí, amándote con locura, no voy a parar.
Cierro los ojos y recuerdo tu texto “…la puerta está abierta. Entra, anda…” Y recuerdo que entré, te dije aquí estoy, real, aquí estoy tu mujer, la única, tu mujer desde la Antigüedad que espera a su hombre desde la Antigüedad, aquí estoy. Cierro los ojos y recuerdo que no fue, no fue, no seguiste aunque yo Penélope intensidad de mi desespero te grité que no voy a parar, por favor, no cerremos la puerta, no nos quedemos ninguno de los dos fuera. No la cerremos. Te grité. “Esa es la idea!!!” ¿Recuerdas que lo escribiste? “Que adonde mires, yo aparezca!!!” ¿Recuerdas que lo escribiste? No voy a parar, te grité. Cierro los ojos y recuerdo que aseguré que el Universo no puede unirnos y separarnos tantas veces, no puede, a propósito no puede. Es una señal. No puedes. No puede. Como no puedes enamorarme con un beso de 24 años para cuando me despierta la certeza de que no puedo vivir sin ti, vengas a desecharme por ser irreal en este desespero intensidad, lobo estepario. No puedes, porque no puedes, porque esa no es la idea. ¿Recuerdas que lo escribiste?
Cierro los ojos y recuerdo This time is the last time. ¿Recuerdas que lo escribiste? Cierro los ojos. ¿Recuerdas? Cierro los ojos y ahora entiendo lo que quisiste decir: la última vez. Es la última vez que lo hago, ahora entiendo lo que significa. Cierro los ojos. Cierro el ciclo… the last time... y nada puede aplacarme. ¿Recuerdas? La ira, nada puede aplacarme... the last time... cierro.

Del libro Exorcismo Final (Editorial Bokeh, 2014)