sábado, 18 de febrero de 2017

Otra verdad que alucina sin ser profetizada


Por: Luis Pérez de Castro

Historiador, abogado, poeta, narrador y crítico literario

Conocí a Yovana Martínez Milián a través de la antología de cuentos eróticos Los cuerpos del deseo, que viera la luz en el año 2012 por la Editorial Neo Club Ediciones y Alexandría Library, Miami, EE. UU., como resultado del Primer Concurso de Cuentos Eróticos, donde compartimos el honor de ser finalistas y aparecer en la misma. Su cuento, Fotografía de encuentro, narrado desde un pasado/presente –espacios retrospectivos- y a través de la novedad que le brinda la ejecución de una cámara fotográfica, Click presente y Pausa pasado, así como un erotismo diría que exacerbado, me llamó poderosamente la atención. Y por esos azares de la vida y gracias al amigo Armando Nuviola hoy, diciembre de 2016, recibo por medio de un cordial e-mail de Yovana no sólo su amistad, también su libro de cuentos eróticos Exorcismo Final, publicado por la Editorial CAAW Ediciones, Miami, EE. UU., 2015, y donde se encuentra incluido Fotografía de encuentro.
Después de leer los veintiséis cuentos que estructuran el libro, se me antojó no más pensar que Yovana es fiel heredera de la narrativa cubana femenina escrita en la década del 40 –los llamados vanguarditas-; narrativa donde los críticos reconocen el inicio del cambio de signo estético en la novela y el cuento, hecho que ya había sucedido también en buena parte de América Latina. Esos intereses y procedimientos se manifestaron de varias maneras y por diferentes caminos. Entre los aspectos ideotemáticos más representativos de aquella generación está el tratamiento diferenciado a la historia, a las guerras de independencia y a las distintas temáticas personales. Del mismo modo, la temática intimista –el erotismo- con distintos puntos de vistas, resultados estéticos y un lenguaje más rebuscado, no sólo parodia los sucesos históricos, también desacraliza con voluntad creadora los mitos sociopolíticos y morales dominantes de la época.
Los cuentos de Exorcismo Final demuestran eso, una desacralización que correo hasta los huesos, que nos lleva a ese intimo rincón del alma para cuestionarnos cada instinto animal que nos habita, que nos lleva al deseo de la práctica de un sexo desmedido, tal vez hasta no autorizado por Dios, pero que finalmente nos perdona como hijos primogénitos que somos.  Nos lleva de la mano, guiados por el eco de una voz de Mujer que con sutileza cuenta siempre en primera persona y nos embruja, nos convence a acompañarla en la búsqueda de esos aspectos ideotemáticos de los que hablé y descubriremos con el análisis de varios de sus cuentos.
Estos cuentos, en su conjunto, tienen una estructura tradicional: descripción del espacio, presentación y retrato de los personajes y narración de distintos episodios que informan sobre el principal atributo del protagonista, una narradora habida de contar, de despojarse de un pasado que, en ocasiones, se le presenta tedioso, pero que sabe sortear con habilidad narratologica los obstáculos de cada historia; obstáculos devenidos en un erotismo sosegador y que caracterizará de manera permanente el discurso de las veintiséis historias que se entrelazan en cada página.
Obstinación de ostras, en este, el gusto por lo sarcástico y la crítica a la situación nacional, serán características de alguno de sus mejores cuentos. “Tú lengua intentó una estrategia de asedio entre mis pelos, abundantes en esa época, con la ayuda de tus dientes. Asedio que iba desde los muslos hasta mi triángulo blindado de piernas cerradas, impenetrable en mi obstinación de ostra. Enviaste la infantería de tus dedos para apoyar el asedio de tu lengua…/ Pero nada”. Aquí vemos que su ideal estético tiene como base el propósito de exponer no sólo cuantas imágenes y recuerdos la acechan, también de poner su propia literatura al nivel del dinamismo del momento que le tocó vivir; que puede ser a la vez crónica e instrumento de transformación, sin traicionar su específica función estética. El acto de creación, aunque explicito en el texto que no es más que vehículo de satisfacción personal, no será para la narradora refugio ni realización sustitutiva, sino parte entrañable de la actuación social y la que le permite realizar una obra cuya significación primera radica en la fusión de la acción vital y la práctica artística, con una marcada voluntad humanista.
La vida podría ser una mierda, es un divertimento a partir de la sátira, basado en la polémica acerca de la problemática del transporte y el posible origen de las guaguas y el estereotipo de gruñones de los cubanos que en el momento de hablar callan y viceversa. “El domingo era el peor día para coger una guagua, inexistentes, pero la parada estaba repleta de gente mal humorada, somnolienta y callada. Gente con fe. / Algunos salían de su mutismo para comentar en susurros sobre la escasez, lo difícil que estaba todo, sin dejar de lanzar miradas sigilosas a quienes estaban a su alrededor. Miedosos”. Aquí comienza con mayor fuerza a exhibir los elementos que anuncian sus preferencias temáticas y recursos literarios. Entre ellos el trabajo intertextual con el cine, la música, la plástica y la ciudad donde interactúa –que puede ser La Habana, París o la avenida más esplendorosa de Miami-, quizás la de mayor influencia.
Encuentro con un Piscis, el desenlace sorpresivo de esta historia ofrece una nota inédita al sugerir una doble lectura de un mismo enunciado: una humorística al convertir, mediante una ruptura de sistema, una aparente tragedia en un hecho intrascendente, y otra que ratifica la condición heroica de la protagonista. “Tenía diecinueve años y algunas grietas ya en mi corazón. La más reciente todavía me dolía y por eso no quería ir a esa fiesta a la que G me invitó con su nueva cita. / Me fui para salvarme. Me fui sin espejo retrovisor, sin hacer U más adelante, sin arrepentirme. Simplemente me fui para salvarme”. Aquí muestra, de manera reiterada y siempre evitando lastrar la historia, una actitud nueva ante el hecho literario, en relación con la narrativa cubana tradicional. Ello se manifiesta en cambios en la base ideotemática y en los procedimientos composicionales, que la acercan a las audacias que en su momento propugnaban los “ismos” europeos. La vanguardia en su obra, sin embargo, no se muestra tanto en la utilización de determinadas imágenes futuristas o el tratamiento de temas mediante recursos que remedan el surrealismo, como en la concepción autoral de la literatura concebida como acto vital, dinámico y polifacético, de lo que resulta un cuento de gran fuerza expresiva, desprendida ya de modelos gastados y por lo mismo de indudable carácter fundador.
Cuatro manos, un piano y una flor, este es, de por hecho, el más tradicional de todos los cuentos de Exorcismo Final. “Cuando pienso en ti sólo vienen a mi memoria canciones de Pablito, una detrás de la otra como una victrola de batería eterna…/ Tus dedos recorren las teclas que me seducen, me acarician, me desnudan y teclean, teclean./ Tus dedos no paran de teclear suavemente sobre mi piel…” Presenta una estructura más heterodoxa, en la que se destaca la inclusión de elementos novedosos en la composición, como la notación de un piano o fragmentos “imaginarios” de poesía y hasta una partitura musical, párrafos conformados sólo con onomatopeyas, doble narración, interpolación de canciones y, sobre todo, dos aspectos del relieve narrativo que individualizan al autor dentro del contexto épocal: El primero es la presencia del autor implícito, representado en tanto individuo creador del relato y participante en los sucesos, sin disfraz de personaje fictivo. Tal técnica tiende, entre otros procedimientos, a la supresión de las fronteras genéricas entre el testimonio y la ficción narrativa. El segundo es la utilización del humor que, más que un recurso literario es la expresión de la personalidad, por lo que se manifiesta en su prosa de manera natural. No se limita, por tanto, a ciertos giros lexicales o a la introducción de personajes cuya actuación provoque lo cómico; sino que está presente en la totalidad de sus textos, desde la perspectiva autoral; casi siempre satírica y desenfadada, hasta los elementos del plano composicional y el sistema lingüístico. Dentro de esa integridad, sin embargo, se pueden aislar recursos como la ironía, el absurdo, la ruptura de sistemas, la técnica antitética, el equivoco y aún el uso de la burla, rasgos de la personalidad nacional que maneja eficazmente.
El negro desconocido, aquí se dibujan las líneas de un cubo –o problemática- que, bajo el mismo discurso feminista y un vórtice delicioso de erotismo, ha concluido en la más elocuente y pacifica de sus dimensiones, el amor, y, aparejado a ello, el sexo sin tener en cuenta una posible discriminación por el color de la piel, que tanto ha golpeado, y aún golpea, a las distintas sociedades, incluida Cuba. “Proxeneta era una palabra que se había erradicado en el año 59, según el régimen. Ahora se llamaban “buscadores de la vida”, “tipo que resuelve” y mil frases más que enseguida ubican a los tipos como él en lo alto de la cadena alimenticia del barrio. / Era un negro hermoso con sonrisa de dientes blancos y perfectos que derretían el corazón, y del cual nunca recuerdo el nombre, ni tampoco los títulos de sus libros”. La narración de los hechos en esta historia no está contada, podríamos decir metafóricamente, no con un punto sino con un punto y coma que cifra una línea de continuidad transitoria, un nuevo horizonte hacia una cortina repleta de espejos donde el autor –y los lectores que se sumerjan en él- verán reflejado el entorno de sus ensueños, de su propio rostro.
Fotografía de encuentro, lo novedoso de esta historia es que en su construcción narratologica ¿ficcional? nos encontramos a una fabuladora escondida detrás de esas pequeñas cosas que conforman la vida –cómplice del cantautor cubano Carlos Varela-, pequeños recuerdos, malditos o no, pero que un día, para bien de todos, se hacen realidad. “Me muerdo los labios. Los muslos apretados para aguantar los temblores. El lente se mueve. Se pierde el foco. Tres manos tiemblan. Clic”. La ambición de escribir -o desacralizar- de la narradora/protagonista nunca se disocian del laberinto, a veces insospechable, de la vida. La relación entre la historia que se entreteje y la experiencia de los que interactúan, en él, resulta inversamente proporcional si se piensa en un número de horas; horas días/niños/hombres/mujeres/historias cotidianas que nos abruman, pero nos ayudan a vivir si son directamente proporcionales, si se piensan en términos de intensidad, elocuencia y brillo en el manejo de las técnicas narrativas y en el tratamiento de la psicología de los personajes. Lo que para mí, simple lector amante de las buenas historias, de esas que te aportan un decir, un tal vez, un quizás o simplemente te siembran la duda, decir lo que uno tiene que decir no requiere de mucho espacio, sólo de la perfección de una página en blanco y del aseo lingüístico de aquellos demonios que te habitan y exigen exorcizarse, no existe nada más reprochable, si así se le puede llamar, que una historia dominada por lo más autentico que alberga en su interior cada niño/hombre/mujer, el amor, el erotismo en su más amplio diapasón y concepto. El mayor aporte de este cuento se encuentra no sólo en el manejo de las técnicas narrativas y en el tratamiento de la psicología de los personajes, también en el desenvolvimiento desenfadado del lenguaje –conversacional-, la capacidad para resolver las distintas tramas en que se ve envuelta la protagonista y la comprensión del dinamismo y autonomía del discurso.
Cuentos como “Un viaje a Santo Domingo”, “Sexo textual”, “Open Season”, “La penúltima travesura”, “El hombre de mi vida” y “Fantasía de rabbit a dos manos”, son ejemplos palpables donde se conjugan lo lúdico, lo macabro, lo onírico, lo misterioso y que permiten inscribir el libro en el grupo precursor del cuento erótico no solo en Cuba, también en América Latina y el mundo.
En Exorcismo Final, la flexibilidad de las formas narrativas propicia el tratamiento de los más diversos asuntos y preocupaciones a partir de argumentos fantásticos y, en ocasiones, también humorísticos. De este modo Yovana Martínez Milián expone y crítica aspectos de la situación sociopolítica de Cuba –pero que puede ser cualquier otro país-, satiriza determinadas actitudes morales y propone, mediante la visión irónica de la literatura, una suerte de poética de la espontaneidad y la frescura en la expresión. Su escritura e imagen se articulan en este diálogo del amor, del desamor y de la melancolía, tan seductores como su misma presencia humana. En ella, estos aspectos de vital importancia para todo ser, le estarán asediando constantemente su existencia, palpitando en el interior de su escritura, intercambiándose, re-inventándose más de las definiciones, nutriéndose de esas cada vez más alarmantes carencias afectivas, que tanto la llevan a girar en torno a los demás. Su producción ¿ficcional? es una lucha constante contra las prohibiciones, contra el enajenado moral que tanto promulgan “ingenuos” dictámenes, revelan, en el plano escritural, la presencia de una mujer deseante del amor, del goce, inconsciente o no, de cuantos atributos le concedió Adán y Eva, o para estar en paz con todos, Dios.

No se trata, en estos cuentos, que haya un interés denotativo evidente, pero la experiencia receptiva puede percibir un sentido alegórico subyacente en la estructura profunda de su aún corta obra.

Reseña publicada en Otro Lunes Febrero/2017 Año 11 Otro Lunes #45

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