martes, 19 de octubre de 2010

Nostalgias y recuentos. (Un homenaje a mi madre)

Labana escapa entre ruinas todas las noches de mi vida. Cierro los ojos y tengo a Labana a mis pies y decido caminarla, sin cansancio, como hacía cuando vivía dentro de sus intestinos. Hace 10 años que no la camino, que no la huelo, que no la saboreo, que no la toco y me duelen las uñas de perseguirla en mis pesadillas. Cierro los ojos y camino bajo el sol apestoso a uniforme de escuela, a grajo de negro, a humedad de solares, a pan, a basura amontonada, a bistec con mucho ajo, agua encharcada, puerco criado en bañadera, cierro los ojos. Ahí está Labana, esa ciudad perdida clavada en el medio del pecho que a medianoche me gotea la nostalgia. Una ciudad maldita cargada de paranoicas sombras desveladas, deambulantes fantasmas esmeraldas que brillan su letanía como una desentonada balada. Labana, esa ciudad que tengo deshecha a grietas y barandas, a hierros forjados y persianas, a techos de vitrales rotos, a portales malditos enloquecidos en multitud. Cierro los ojos y camino, camino, camino Labana, esa ciudad única, agazapada como una mujer abandonada besando el muro de las esperanzas -y las desesperanzas-, una ciudad podrida en salitre mañanero, en meao de borracho y en buchitos de alcolifan. Olvidada. Labana, una ciudad penando como solo penan las separadas, y aquel mar inmenso, azul, democrático -como dijera alguien- penetrándola, a veces macho cabrío, a veces amante afeminado con crestas casiazules de espuma en sus putipiernas abiertas, Labana. Cierro los ojos y definitivamente tengo esta ciudad, Labana, ciudad perdida en el medio del pecho que a ratos se desvanece, se desvanece, se desvanece y me atormenta que se vaya, para siempre, que no regrese a castigar mis pesadillas y a rajar mi boca sedienta de su churre, de sus gritos al mediodía, de suspiros, gemidos y cachondeo. De los amigos que no existen y que imagino, o que no imagino porque existen. Esta ciudad, Mi Habana, Labana rasgada en mis vestidos de niña, viene y va, va y viene cuando cierro los ojos, y me atormenta, me atormenta la añoranza. Puta Habana... digo yo.

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