martes, 12 de junio de 2007

Encadenados a Fidel Castro

El martes pasado llegué a mi casa, encendí el televisor y casi muero del susto. En todos los canales hispanos -locales y nacionales- hablaba Fidel Castro Ruz en una entrevista que le hiciera uno de los "perros periodistas" del momento. Miré por el balcón de la casa, para cerciorarme que era real, que no vería al frente la lechería ni la bodega haciendo esquina, con los habituales vecinos "matando el tiempo" por si llega algo nuevo de la "libreta". Incluso hasta sentí el olor del café mezclado con chícharo, recién colado por mi madre, y creí escuchar la voz de mi padre comentando con mi abuela, alguna frase del "Comandante". Me froté los ojos y la nariz, hice el clásico gesto del pellizco en el antebrazo, y nada, era real. Fidel Castro Ruz hablaba "encadenado" en todos los canales hispanos de Miami que hacían cobertura total con la noticia, en tiempo real con los canales cubanos. No me quedó más remedio que sumarme a la fascinación por el dictador que tenemos todos los cubanos -los de dentro y los de fuera-, y que nos hace vivir al pendiente de sus palabras, sus apariciones -y despariciones-, sus enfermedades, su familia, su trabajo, sus decisiones, sus leyes... en fin, que nos hace vivir "encadenados" a su existencia. Hasta a los más acérrimos detractores del tirano que viven analizando y sopesando cada acto y palabra de Fidel Castro Ruz, haciendo cábalas, pronósticos, ecuaciones, predicciones, sobre la próxima hecatombe nacional o sobre la salud del Comandante, o lo que es peor sobre el tiempo físico que le queda, alimentando así la esperanza de que la libertad de Cuba "ya viene llegando". Para mí, que nací y me crié con la Revolución Cubana, estar al tanto de Fidel Castro era lo normal dentro de la Isla. Cada acto, decisión o idea venía avalada por su imagen, y todos nos movíamos en multitud, uniformemente, gracias a su "mandato divino". Era lo normal dentro de una sociedad dominada por el poder absoluto del omnipresente, omnividente y omnipotente Comandante, pero de ahí a seguir viviendo "encadenados" al dictador en la lejanía de 90 millas (son más) en Miami, ya era más que exagerado. No obstante, no podía quitar los ojos y los oídos de la pantalla del televisor, aunque por momentos no entendía los susurros del Comandante que me obligaban a alzar el volumen del televisor al máximo, me insultara con sus divagaciones que me recordaron a mi abuela de 90 años, que habla bajito, incoherente y se molesta cuando la interrumpen, y además, me diera cuenta que una vez más, Fidel Castro hacía uso de las estadísticas sin importancia para confundir al "cubano de a pie" que vive ajeno al acontecer real mundial, en una burbuja de desinformación y mala información manipulada por el régimen castrista, y por eso cualquier cosa que diga el Comandante, por muy banal que sea, es ley, "porque lo dijo el Comandante" y además, al día siguiente estará avalado por el periódico Granma y la emisora Radio Reloj, suficiente para ser verdad absoluta sobre la Tierra. Otra de sus tácticas conocidas y que por supuesto uso, es hablar de un país determinado que sirva de consuelo a la miseria diaria que sufre el cubano, sus comparaciones van de lo sublime a lo rídiculo, eso significa que lo mismo somos comparados con Haití y Suiza (sus preferidos), o con Nicaragua y España, pero siempre las más impactantes son las comparaciones contra el Imperio, como la que gusta repetir de que en los Estados Unidos existe la discriminación racial y pone ejemplos típicos de los años 60, para que nuestros negros cubanos agradezcan la dicha de vivir en el paraíso socialista. Esta vez en su "reflexión presidencial" le tocó el turno a Viet Nam, aprovechando la reciente visita a Cuba del secretario general del Partido Comunista de Viet Nam, Nong Duc Manh, quien tuvo un "efusivo" encuentro con Fidel Castro, donde no paró de abrazarlo y besuquearlo hasta la saciedad. Apoyándose en José Martí con sus escritos sobre los anamitas publicados en "La Edad de Oro" sazonado con datos demográficos y económicos del país, el Comandante pasó revista a la cultura milenaria y al heroismo del pueblo vietnamita, olvidándose de actualizar los del país que supuestamente dirige "apoyando" su mano sobre la de su sucesor Raúl Castro, para "guiarlo" por los intrincados caminos del Socialismo que el Comandante conoce bien. Atormentados con cuantas personas tienen agua potable en Viet Nam (me imagino que muchas más que en Cuba), o con cuantas tienen excelentes condiciones sanitarias (deben ser también muchas más que en Cuba), o si pasó mucho calor en su visita al "país amigo" (seguro fue mucho menos que el calor diario que sufre un cubano con un ventilador inventado encerrado en una barbacoa sin ventanas), el Comandante papel en mano, nos tuvo siguiendo con atención la lectura de su búsqueda de datos, sin regalarnos siquiera su "humilde apreciación" de la situación económico-social de Cuba. Casi al finalizar, nos regaló una sorpresa: su salud ya no era un "secreto de Estado", me imagino que lo hizo para facilitarnos la carga de adivinar en cada noticia desde Cuba, si el Comandante se moría o finalmente cumplía su promesa de vivir 120 años. Después de la "agradable" noticia de que su salud mejoraba, y que era además, de conocimiento público, finalizó la "Conversación con el Comandante en Jefe", donde dejó bien claro que los acechantes peligros a su salud continuaban pero que había Comandante para rato, y que se está haciendo lo que debe hacerse (retórica frase para decir que tiene a un regimiento de médicos, enfermeras, especialistas, chacales y guatacones buscando los medios necesarios, posibles e imposibles, para que el Comandante viva mil años más), al parecer enfatizó el comentario para que ningún miembro de "la mafia de Miami" se haga ilusiones de que morirá muy pronto. Igualmente, nos dejó claro que con esa "conversación" comenzaba una nueva modalidad en las aburridas Mesas Redondas, fase que bautizó como "mesitas redondas" donde él reflexionará en voz alta (mas bien en susurros) de lo que se le venga en gana, que puede ser desde su salud haciendo uso de sus extensos conocimientos clínicos, hasta de la salud de cualquier país que nos haga olvidar el sufrimiento del propio, con datos que fácilmente podemos obtener en la Internet, pero que un cubano "de adentro" no consigue. En fin que nos amenazó con mantenernos "encadenados" porque descubrió que había abundante material de que hablar (más bien monologar) en ese espacio que hacía suyo (como si ya no lo fuera como es todo en aquella su finca llamada Cuba). Por supuesto, que no pudieron faltar los insertados planos al entrevistador, que sonreía "a lo vietnamita" complaciente y emocionado, que exclamaba admirado ante cada frase del Comandante y que además, no osaba ni contradecir, ni insinuar que no se oía un carajo de lo que hablaba Fidel Castro. Cuando finalmente el Comandande nos hizo el favor de desaparecer de nuestras pantallas, sentí tristeza sobre todo por mi madre, que sigue allá en la Isla, aferrada a un ídolo que hace muchos años perdió el rumbo y que ahora está perdiendo la salud, aunque todos lo nieguen, porque nunca como esa noche tuve tan presente la sensación de escuchar a mi abuela de 90 años que insiste en mantenerse viva sólo para llevarnos la contraria, tal y como ella pregona. Sentí verguenza por ese hombre, que se aferra a la imagen del líder internacional que fue hace 30 años, sigue usando las mismas tácticas que no engañan a nadie, el mismo discurso gastado y atemporal, las mismas artimañas para desviar la atención de los problemas reales que aquejan a los cubanos y sentí la soledad del poder absoluto, el miedo a ser traicionado a manos de sus propios lacayos, la necesidad de sentirse poderoso, fuerte y en pie de lucha y comprendí que Fidel Castro Ruz ya no nos engaña porque ahora emplea sus tácticas y tiempo en engañarse a sí mismo que todo está bien y que hay "caballo" para muchos años más. Sentí verguenza y tristeza, y miré una vez más por mi balcón al cielo y le pedí a Dios que le hiciera el favor de llevárselo para que no siguiera haciendo el ridículo aquí en la tierra, y haciéndonos tanto daño a los cubanos de adentro y fuera, que seguimos "encadenados" a las palabras y decisiones de un octogenario que habla en susurros, frases incoherentes, ideas incompletas y que hace mucho tiempo perdió la capacidad de vivir... digo yo.

2 comentarios:

  1. Es realmente curioso el poder mediático -y mucho más que mediático- de Fidel Castro. Curioso y a la vez estremecedor. En mi país contamos también con una figura similar, Francisco Franco Vaamonde, similar digo, pero con sus diferencias. La primera y más importante (me atrevería a decir la única) es que el nuestro hace 31 años que lo enterramos luego de una muerte natural y no provocada (como quisieran más de cuatro, por la sencilla razón de que "quien a hierro mata, a hierro muere"), lástima. Todavía recuerdo ese día, una rara mezcla de temor y alegría. Tenía once años. En la tele no daban ningún tipo de información, sólo ponian marchas militares durante horas y horas. Los mas osados salieron a la calle para festejar la muerte del dictador, la mayoría se quedó encerrada en sus casas a la espera de lo que estuviera por venir, sin apagar la tele, no fuera a ser que el "mariconsón" resucitase, porque ya se sabe: ellos todo lo pueden. Pues así están las cosas, hace ya 31 años que vivimos en democracia, o lo intentamos a pesar de ETA y de otras ingerencias externas reprobables y casi siempre abominables -léase gobierno Bush- y, a pesar del tiempo pasado, cada vez que "el bicho" aparece el la tele con ocasión de cualquier reportaje, a más de cuatro se nos ponen los pelos como escarpias. Conclusión: Fidel va a morir -aunque él no lo crea- pero, desgraciadamente, va a mantenerse presente durante muchos años en la vida de los cubanos. De vosotros dependerá hasta cuando. Cuando ocurra lo que tiene que ocurrir, y espero que sea "ya", esta vez sí saldré a la calle a festejarlo.

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  2. oyeeeeeeeeee, escribe algo bitch, actualiza esto, acuerdate de perez hilton,
    bye
    ji,ji
    midiala

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